No recuerdo cuando comencé a utilizar la siguiente táctica: Si hay algo que no me gusta y no puedo cambiar, me obligo a buscar algún grado de tolerancia hasta volverme inmune a la molestia.
Eso no significa que me llegue a gustar.
Lo malo es cuando hay que aplicar esta táctica más veces de lo que se espera, en un espacio finito de tiempo. El aprender a tolerar se vuelve constantemente tedioso dado a que pruebas tu paciencia ante cosas que de verdad no te cuadran. Lo peor de todo es cuando son cosas de una persona; sin embargo se sabe que no soy un pan de Dios y que debería ser la última persona del planeta en molestarme por cosas que son menores a las que he causado.
Esta entrada me parece ya muy redundante, pero de alguna manera me lo tenía que sacar. A ver que mentirilla blanca digo para despues.
Cheers
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